La semana pasada a escuchaba la conferencia matutina del presidente AMLO, recién regresado de su 3er contagio de COVID con toda la actitud y trajo a colación un poema de Bertolt Brecht que me pareció tan cierto en el México de hace no mucho tiempo, pero que parece ir poco a poco quedando atrás.

«El peor analfabeto
es el analfabeto político.
No oye, no habla,
ni participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio del pan, del pescado, de la harina,
del alquiler, de los zapatos o las medicinas
dependen de las decisiones políticas.

El analfabeto político
es tan burro, que se enorgullece
e hincha el pecho diciendo
que odia la política.

No sabe, el imbécil, que,
de su ignorancia política
nace la prostituta, 
el menor abandonado,
y el peor de todos los bandidos,
que es el político trapacero,
granuja, corrupto y servil
de las empresas nacionales
y multinacionales.»


Aquel hombre que no se puede tocar el alma por otro en desgracia, no debería estar en la política, por que son las políticas públicas las que podrán sistemáticamente desvanecer las peores historias de dolor y sufrimiento en las personas más vulnerables, victimas de una historia de desigualdad, corrupción y egoísmo.

Por eso hablo de que México es de los países con menos analfabetismo político en el mundo, y eso es lo que hemos logrado.

AMLO

Lamento ver como muchos políticos y ciudadanos con el ego herido son capaces de dar la espalda a la verdad y a la gente de su propio país, afortunadamente aunque no son pocos, son más los mexicanos que están dejando atrás ese analfabetismo político, y darán pie a los cambios sociales que tanto tiempo han sido postergados en favor del pueblo que tantos años padeció un gobierno corrupto.